Historia del lavado de ropa

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Historia, del lavado de ropa a las lavanderías autoservicio

Desde el agua y los preparados artesanales, hasta las más veloces tecnologías de lavado y secado industrial, un recorrido histórico del lavado de ropa a las lavanderías autoservicio demuestra su importante rol en la sociedad actual.

Meter la ropa en una máquina, cerrar la puerta, poner el detergente, blanqueador y suavizante, presionar un botón y esperar unos minutos hasta que la máquina se detiene y nos entrega la ropa limpia, no parece complejo.

Pero, como toda tecnología, ha tenido una evolución. Lo que hoy en día puede hacerse incluso a diario y sin demasiado esfuerzo, en muchas latitudes es aún todo un privilegio.

Desde lugares donde los equipos de lavado y secado son instrumentos inalcanzables, hasta sitios donde está prohibido secar la ropa al aire libre, las situaciones están acompañadas de  cuestiones económicas, condiciones climáticas y hasta motivaciones culturales.

A lo largo de la historia del lavado de ropa, eliminar la suciedad de prendas textiles ha estado atravesado por diferentes variables.

Desde el material con el que están fabricadas las prendas, hasta la industrialización y las enfermedades asociadas a la higiene, han dado lugar a las formas y elementos con los que se hace la colada.

La lavandería autoservicio es parte de todo el proceso de evolución del lavado de ropa que avanza en un contexto social, económico y cultural que lo sustenta.

Algunos hitos de la lavandería

Aunque, por la situación social, económica y cultural de cada región geográfica los periodos presentan diferencias, puede establecerse por una aproximación general que hasta mediados del siglo XX las máquinas lavadoras eran inexistentes.

Hasta ese momento la ropa era únicamente lavada a mano, incluso las de gran volumen como las prendas en hospitales y hoteles.

Los primeros lavaderos eran zonas a orillas de los ríos, incluso en muchas culturas se trataba de una profesión organizada por lo que las ubicaciones estaban autorizadas a realizarse en sitios puntuales.

Los elementos para realizar el lavado se fabricaban de manera artesanal con saponina, salitre, orina fermentada, harinas, miel, entre otros.

Con el asentamiento y crecimiento de las poblaciones comenzaron también a canalizarse los ríos, entonces los lugares de lavado fueron cambiando su fisonomía e instrumentos.

El lavado llevaba mucho tiempo y un gran esfuerzo físico, generalmente realizado por mujeres. Las familias que podía permitírselo contrataban personas que ayudaran en esta tarea o directamente que realizaran el servicio en el lavadero comunitario.

A mediados del siglo XIX se descubrieron las propiedades blanqueadoras del cloro y los lavaderos eran ya lugares de reunión, con piezas de trabajo algo más avanzadas, que fueron evolucionando incluso en lavadoras mecánicas manuales.

En Estados Unidos, por ejemplo, la ola migratoria de chinos alrededor de 1880 fue concentrando el mercado de servicios de lavandería con precios competitivos y desplazando a las lavanderas del servicio domestico.

Las primeras y rudimentarias lavadoras mecánicas manuales, al igual que ocurrió después con las semi-automáticas y automáticas, estaban al alcance sólo de estos grandes establecimientos.

Mientras tanto el lavado de la ropa en casa seguía siendo enteramente a mano.

Recién después de mediados del siglo XX, como muchas otras máquinas, se industrializó la producción de lavadoras y muchos hogares pudieron acceder a tener una máquina para lavar la ropa sin salir de casa.

No obstante, las lavanderías comerciales siguieron existiendo y se fueron fortaleciendo a medidas que evolucionaron las tecnologías.

¿Lavar en casa o en lavanderías?

Los cambios en la sociedad, en particular en cuanto a los roles en el ámbito doméstico y los avances tecnológicos, han ido acompañando el auge de las lavanderías autoservicio.

De una u otra manera estos sitios reemplazan aquellos sitios de lavandería como componentes de la vida social.

Hoy en día, las lavanderías autoservicio están equipadas con máquinas más grandes y de más alto rendimiento que las domésticas y es en ello donde marcan la diferencia que atrae al cliente medio.

Un lavado en casa conlleva:

Tener una máquina lavadora, que ocupa lugar, la mayor parte del tiempo está sin uso y, por lo tanto, va perdiendo valor por quedar obsoleta.

Tener una máquina secadora o disponer del espacio para colgar la ropa, lugar que se verá impedido de transitar o utilizarse cuando menos por unas cuantas horas, sino por días, según las condiciones climáticas.

Consumo de energía y agua, siendo que están entre los electrodomésticos que más impactan en el recibo de servicios.

Disponer de más de 1 hora de tiempo, puesto que los programas de las lavadoras domésticas suelen ser más largos que los de las industriales.

Asumir un lavado más superficial, pues los programas de lavado de las máquinas industriales son más precisos en cuanto a la higiene según el tipo de prenda.

Estos son algunos de los factores por los cuales, las lavanderías autoservicio vienen avanzando entre los establecimientos con más demanda entre los servicios, tanto en grandes como en pequeñas ciudades.

Revisando la evolución histórica, aunque en un breve repaso, encontramos que el lavado de la ropa en casa pudo haber sido sólo un paso entre los múltiples hitos en los que destaca el lugar de la lavandería como un componente de la vida social en diversas épocas.

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